jueves, 16 de mayo de 2013

Las 15 reglas inmutables del éxito en Twitter

Como hoy estoy de buen rollo, he decidido compartir aquí la fórmula mágica del éxito en la red social de moda. Sí, amigos, después de mucho investigar, de seguir a los influenciadores, los expertos y los más respetados gurús, puedo anunciar al mundo que he dado con la fórmula infalible del éxito, que os voy a resumir en una lista que, si sois más inteligentes que un koala, deberíais imprimir y pegar en la cubierta de vuestros iPads (porque que sepáis que sin iPad no podéis ser trinufadores). Ahí va, para vuestro disfrute:



1. Sigue indiscriminadamente a todo bicho viviente. Da igual que se te inunde el TL de chorradas, total no lo vas a leer. Cuando te sigan de vuelta, espera 3 días y deja de seguirlos. Automatiza el proceso. Debes llegar al límite de seguir a 2.000 en menos de un mes. Una vez alcanzado, cómprate 2.000 o 3.000 seguidores (te recomiendo los rusos, que quedan muy monos y te hacen parecer super cosmopolita) para que Twitter te desbloquee el límite y puedas seguir a más gente.

2. El contenido es el rey, así que dales contenido hasta que revienten. Busca unos cuantos blogs que hablen de marketing, de esos que se copian unos a otros, y automatiza el proceso para tuitear TODO lo que publiquen, naturalmente sin leerlo. Si llegas a 100 tuits diarios o más, mejor. Completa tu contenido con noticias de periódicos y vídeos de gatitos.

3. Crea contenido original. ¿Y qué hay más original que hablar de ti mismo? Tuitea TODO lo que haces, échate flores, recuerda que tú eres el mejor y que debes demostrar que te lo crees (principio básico de los libros de autoayuda que ya deberías haber leído).

4. Regla básica: Todos los expertos en marketing online o especialistas en el tema son vendehumos, gusanos infectos que no merecen vivir. Sólo tú eres bueno (ver regla anterior).

5. Cualquiera que te critique es un enemigo. Declárale la guerra, machácalo hasta reducirlo a una pulpa rojiza informe. Esto es como en Los Inmortales: sólo puede quedar uno, y qué mejor defensa que un buen ataque.

7. Todos, absolutamente todos tus tuits deben tener un link. Y si el tuit tiene un título engañoso, mejor. En el caso de los posts de tu blog, tuitéalos todos varias veces al día.

8. Tu bio de Twitter debe contener al menos las siguientes palabras: strategist, social media, engagement, evangelist, conferenciante... 

9. Tienes que ser runner (nada de salir a correr, eso es de perdedores, tú eres runner!) y tienes que tener instalado el Runtastic en tu iPhone para tuitear cuántos kilómetros has corrido hoy y en qué tiempo. Apúntate a cuanta carrera o media maratón se convoque.

10. No hables con perdedores (o sea, el 99,9% de los usuarios de Twitter) si no es para reírte de ellos de forma más o menos sutil. Tus conversaciones tienen que ser con tu grupo de amiguetes, con los que usarás Twitter como si fuera Facebook.

11. Da los buenos días a tus amigos. A diario. A todos. Cuenta cuándo tomas café con ellos, cuando estáis comiendo juntos, cuándo follEJEM (uy, que tos!). Por supuesto, tus amigos son todos de tu nivel para arriba, un triunfador no se relaciona con losers. Dórales la píldora, hazles la pelota, lo que sea con tal de que te mencionen.

12. Cultiva el buenrollismo. Como sólo vas a hablar con tus amigos, te será fácil. Ni se te ocurra tener opiniones propias ni criticar a nadie, excepto a tus enemigos jurados. Un triunfador sólo opina en círculos privados y selectos. 

13. Un triunfador habla perfectamente inglés. Demuéstralo tuiteando noticias o posts de blogs americanos sin traducir. Cuanto más técnico y complejo sea el mensaje, mejor. No te preocupes, nadie te preguntará. Por supuesto, si mencionas alguna estadística, estudio o informe sobre social media, debe ser americano y referido al mercado americano (el mercado español es para perdedores), al igual que cualquier ejemplo de campaña exitosa. Si no mencionas unas 50 veces las campañas de Old Spice, no eres nadie digno de ser tenido en cuenta. Ah, y que tengan infografías, muchas infografías.

14. Si alguien te pregunta por las claves de tu éxito, tu respuesta debe ser "me limito a ser yo mismo". Así, sin cortarse.

15. Regla definitiva: Twitter es una herramienta para conseguir cosas. Nada de canal de comunicación y esas chorradas de perdedores. Lo que tú quieres es triunfar, que te siga mucha gente y que todos estén de acuerdo contigo. 

Pues ya sabéis, estas reglas, adecuadamente seguidas, os garantizarán un inmediato éxito, miles de followers y entrar en el olimpo de los dioses de los social media. De nada!




martes, 14 de mayo de 2013

Inteligencia colectiva. La empresa como ser vivo.

El concepto no es nuevo en absoluto, ha sido imaginado, nombrado y analizado en muchas ocasiones. Es algo tan sencillo como que en un colectivo dado, la inteligencia colectiva es mayor que la suma de las inteligencias de sus miembros.

Si lo pensamos un poco, veremos que las empresas que mejor funcionan son las que han superado las jerarquías para dotar a sus trabajadores de la posibilidad de pensar por sí mismos y hacer que esto redunde en beneficio de toda la compañía.

Muchos escritores de ciencia ficción han imaginado sociedades que funcionaban como "mentes colmena" en las que el individualismo se sacrificaba en función de las necesidades colectivas. Yo no creo que haya que matar la libertad individual, ni mucho menos, ya que la chispa de la innovación surge siempre en un cerebro concreto.  Lo que sí creo que hay que liquidar es el individualismo basado en "líderes" a los que hay que seguir y obedecer ciegamente porque son "mejores", que los demás.

Nadie dura para siempre en una empresa. Si creamos un sistema dependiente de personas concretas, lo que hacemos es estimular a los demás a convertirse en abejas obreras que siguen a su reina. No es esa la idea, por la sencilla razón de que cuando esa persona no esté, no habrá nadie dentro de la empresa para sustituirle. Creo que cambiar el "yo" por el "nosotros" es mucho mejor para asegurar que una empresa pueda tener futuro a largo plazo.

Veamos la empresa como un ser vivo en el que cada órgano tiene su función pero ninguno puede trabajar sin los demás. Una empresa de este tipo necesita dotarse de un sistema nervioso y una memoria que funcionen de forma autónoma. En nuestro cuerpo el cerebro manda, pero por mucho que queramos no podemos ordenar a nuestro corazón que deje de latir o a nuestros riñones que dejen de funcionar. Estamos dotados de un sistema autónomo que no necesita de órdenes conscientes para reaccionar de forma refleja ante un estímulo o una situación de peligro. Si algo tan terriblemente complejo como un ser vivo puede funcionar solo, una empresa también puede.

¿Qué necesita una empresa para funcionar así?

- Un sistema de información eficiente, que haga de sistema nervioso, en el que cada uno tenga acceso a la información que necesita cuando la necesita.

- Una red de captación de estímulos, en el que internet juega un papel fundamental, pero no único.

- Una memoria colectiva, donde la información quede almacenada y categorizada para facilitar su acceso rápido.

- Un cerebro que dirija la orquesta cuando sea necesario tomar una decisión, y que tenga una buena capacidad de análisis y procesamiento de la información.

- Una personalidad propia. Al igual que nosotros nos miramos al espejo y nos reconocemos inmediatamente a pesar de tener los mismos órganos que cualquier otro ser humano, una empresa necesita de rasgos distintivos que sirvan para reconocerla de las demás.

Si os fijáis, muchas empresas ya tienen todos estos sistemas, pero no les dejan funcionar con autonomía. Es como si tuviéramos que estar continuamente pensando en cómo respirar o en cómo hacer la digestión. El problema es, de nuevo, la individualidad, la jerarquía, el absurdo abuso del "yo" frente al nosotros.

Hay una enorme responsabilidad directiva en que esto sea así. Si pensamos en nuestros empleados como números y les negamos autonomía, no podemos pretender que luego sean productivos, porque  nosotros no les dejamos.

sábado, 11 de mayo de 2013

Nuestra empresa está en las redes sociales. Qué guays somos.

Esta es, lamentablemente, la idea que reside en la mente de muchos directivos españoles. Como si tener un perfil en Twitter o una página en Facebook fuera algo súper novedoso.

Hace 3 o 4 años, 2 si me apuráis mucho, esto podría ser cierto. Pero si un directivo a día de hoy, en 2013, cree que por el hecho de estar ya va a generar interés, lamento decirle que llega muy tarde.

Es un hecho que he comprobado mil veces: los responsables de marketing, y directivos en general, de la mayoría de empresas tienen muy poca cultura digital. Van varios años por detrás de la sociedad en la adopción de tecnologías, algo que muchas veces no sólo hacen tarde, sino también mal.
Que todavía el mensaje que se traslada sea "síguenos en Facebook" esperando que hordas de usuarios se hagan fans de su página porque sí, porque mola, es una prueba palpable de lo equivocados que están.

Hoy en día, no basta con estar, hay que currárselo. Y como en cualquier otro aspecto del mercado, cuanta más competencia tienes más te lo tienes que currar. Y si no te trabajas unos contenidos realmente atractivos y una interacción modélica, lo estarás haciendo mal y empezarás a decir que las redes sociales son una mierda (ver post anterior de este blog).

Estar en Facebook o en Twitter no es ninguna novedad. Ya no nos vale el apelar a la curiosidad de la gente. Ahora el seguidor es una pieza codiciada por muchos, y la, cantidad de atención que una misma persona puede dispensar a varias empresas es limitada.

La teoría del marketing de atracción nos la sabemos todos. Se han escrito toneladas posts y estudios sobre ello. Entonces, ¿por qué resulta tan difícil aplicarla?. Yo creo que hay dos motivos: la falta de recursos y la sobrevaloración que las empresas hacen de sí mismas.

Empecemos por dejar algo claro: muchísimas empresas no tienen ni idea de por qué la gente les compra. Entre otras cosas, porque jamás se lo han preguntado a sus clientes. Creen que "vendemos porque somos buenos" y ese es el primer error. Las motivaciones de compra son algo muy complejo en el que intervienen numerosos factores, pero lo más difícil es que alguien te compre simplemente porque le gusta tu marca. Eso vale si eres Apple, Adidas, Nike...pero no es tan fácil si eres el Hotel Ultramar o la cadena de panaderías El Bollo Feliz.

Como no sabemos qué les interesa a nuestros clientes de nosotros y tenemos una imagen amplificada de nuestro negocio, cuando llegamos a las redes sociales es cuando empieza el baile. Nos dicen que hay que aportar contenido de valor, ¿qué mejor que hablar de nuestros productos, que son buenísimos y la gente se mata por comprarlos?

Primera regla: si quieres seguidores comprometidos con tu marca, tienes que darles algo a cambio. Algo que realmente sea valioso para ellos y que justifique el esfuerzo de leer lo que escribes. Hay que decir a la gente por qué deben seguirte en Facebook o Twitter, qué les vas a dar por allí que no puedan obtener en otro sitio.

Ejemplo de lo que no se debe hacer: unas bodegas, de cuyo nombre no quiero acordarme, que se dedican a poner fotos de todas las catas de vinos que realizan, sean en Valladolid o en Londres, mezclado con promociones ineficaces y contenido copiado y pegado de blogs de enología donde hablan de ellos. Nada sobre el proceso de elaboración de su vino, ni sobre sus viñedos, ni sobre la vendimia, ni sobre cómo catar un vino, ni sobre otros vinos (¿o es que pretenden que la gente sólo beba el suyo?)...y mil cosas más que le interesarán mucho más a los amantes del vino que el autobombo vacío.

En general, si quieres algo de la gente, tienes que pagar por ello. O pagas en dinero (con una promoción especial para tus seguidores, algo de lo que no puedes abusar) o pagas en el esfuerzo de entender qué puedes aportar que sea realmente interesante para el tipo de persona a la que quieres llegar. Y si uno o dos días no tienes nada que decir, no pasa absolutamente nada. No es necesario estar continuamente bombardeando a tus seguidores con mensajes.

Imaginemos dos cazadores que quieren cazar ciervos. Uno de ellos se molesta en buscar el arma del calibre adecuado, en conocer las costumbres de los ciervos y su comportamiento, en buscar el sitio adecuado para acechar, etc. El otro, más chulo que un ocho, se ríe del anterior, dice que él tiene una puntería fenomenal y se dedica a salir al monte y pegarle un tiro a todo lo que se mueve. El primero cazará ciervos. El segundo cazará liebres, perdices, zorros, a su propia abuela que pasaba por allí y, a lo mejor, un ciervo.

Ya os imagináis qué tipo de cazador es el que más abunda en las empresas españolas...