jueves, 26 de febrero de 2009

vértigo generacional

Tengo 36 años, y a veces me siento jurásico. Me sucede cuando hablo con gente de menos de 25 años. Me cuesta entenderles y no me reconozco en ellos cuando yo tenía esa edad.  Sus esquemas, sus valores, su forma de ver la vida son muy diferentes de los de mi generación. Quizá esto sea lo que significa "hacerse viejo".
Se trata de gente que no sólo no recuerda la época en la que no había móviles (¿os acordáis, los mayores de 30, cuando el móvil era una cosa de pijos? ¿Cuando ir hablando por el móvil por la calle se consideraba una ostentación de mal gusto?), sino que han crecido con internet. Son la generación online, la que se comunica con sus amigos por Messenger o Facebook, la que hace amigos virtuales en cualquier parte del mundo, la del acceso instantáneo al conocimiento y la información.
¿Cómo los vemos nosotros? Como una generación que lo ha recibido todo hecho, que no posee la cultura del esfuerzo y la constancia, como una gente hedonista y sin valores...¿Realmente es así? ¿Nos hemos molestado en escuchar antes de juzgar? 
Ellos (y ellas) van a ser los dueños del futuro. Del suyo y del nuestro. Serán los que paguen nuestras pensiones (si es que cuando llegue a los 65 sigue habiendo pensiones y no se ha colapsado el sistema), serán los que hagan avanzar nuestra civilización, y lo que les ofrecemos es incomprensión y trabajo basura. Empleo precario y de baja calidad, falta de estabilidad laboral y nulo interés por sus preocupaciones es lo que la sociedad de hoy les ofrece. Las empresas (salvo honrosas excepciones) no han hecho un esfuerzo de adaptación y de comprensión, y siguen queriendo integrar en un esquema de valores de hace 30 años a gente que ni los comprende, ni los comparte. 
Estamos a la cola de Europa en productividad y en innovación y a la cabeza en paro. Todo el mundo está de acuerdo en que esto tiene que cambiar, que es URGENTE que cambie, pero luego no estamos dispuestos a cambiar nuestra forma de trabajar y nuestra cultura empresarial para adaptarla a los valores y los esquemas de la gente que es la principal fuente de innovación. Sencillamente estamos quemando alegremente el futuro, y luego nos quejamos cuando empresas de otros países que sí han entendido este cambio vienen y compran las nuestras.
Tenemos que cambiar nuestros esquemas educativos. Internet y la tecnología siguen siendo algo marginal en la educación, especialmente en primaria y secundaria, y no por el coste de implantar esa tecnología, sino porque nuestros formadores no se manejan bien en internet. ¿Alguien concibe algún trabajo dentro de 10 años en el que manejarse bien en internet no sea necesario? 
La generación Y (y no digamos la Z) nos exige valores nuevos. Exigen que su trabajo tenga sentido, que sirva para algo. Tienen la cultura de la solidaridad por encima de la competitividad (que ya vemos a dónde nos ha llevado), dan más valor al grupo que a la persona individual, y buscan sobre todo encontrarse a sí mismos. Buscan un trabajo en el que reconocerse y desarrollarse como personas, y no se lo estamos ofreciendo. Aplaudimos sus ideales, y luego nos damos la vuelta y les ignoramos. Queremos que se suban a nuestro carro, el de la economía especulativa y el crecimiento desordenado. Como si no hubiéramos cosechado sonoros fracasos pensando como pensamos y actuando como actuamos.