martes, 15 de septiembre de 2009

Al pie de la letra.

Somos seres religiosos, en el fondo. Nos gusta hacer profesión de fe a la primera oportunidad que se nos presenta. El mercado, las empresas, la comunicación son nuestros nuevos dioses. "No hay más Dios que la Web, y yo soy su profeta", claman todos los días desde los blogs cientos, miles, probablemente millones de sacerdotes de esta nueva religión en la que todos estamos metidos.
Estos nuevos profetas nuestros son casi igualitos que los profetas antiguos: cada dios tiene el suyo (o varios) que insiste en que él ha sido agraciado con la revelación divina y, por supuesto, el resto de profetas de otras religiones están equivocados.
¿Qué hacer ante semejante panorama? Si hacemos caso de lo que todos los gurús dicen que hay que hacer, no podríamos dedicarnos a otra cosa. Hay decálogos y listas de reglas para todo: "Las 22 reglas inmutables (toma ya!) del marketing", "Los 10 pasos para alcanzar el éxito en la empresa", "Decálogo de la innovación", "14 pasos para ser alguien en la Web".... Además, como no coinciden en todo, uno no sabe bien a qué carta quedarse.
Como siempre, interpretar como verdades inmutables las opiniones de un experto es algo que, probablemente, ni el propio experto que las escribió pretendía. Uno hace una lista o decálogo a modo de resumen de una manera de pensar o de enfocar los negocios o la comunicación, con toda la buena voluntad del mundo... y en pocos meses se encuentra, si esas ideas cuajan, con que tiene una legión de seguidores que se dedican a eso, seguir al pie de la letra, casi palabra por palabra, lo que creen que es una infalible receta de éxito. Es algo tan absurdo como pretender vivir como Don Quijote, creer que lo que dice el Génesis es literalmente cierto y no una metáfora o, tras leer Moby Dick, enrolarnos en un ballenero.
¿Significa eso que no hay que hacerles caso? Tampoco, ni mucho menos. Si creemos que hay sabiduría en algo que leemos, sea un blog, un manual de marketing o Moby Dick (que sería un enorme manual de habilidades directivas, por cierto), lo que debemos hacer en lugar de lanzarnos alegremente a seguir los pasos del profeta, es reflexionar. Pensar, vamos. Parece que en esta cultura global del "dámelo hecho, dámelo ahora y mañana dame otro" queremos dedicarnos a consumir pensamientos precocinados. El buen cocinero no es el que se compra un libro de recetas y sigue milimétricamente las instrucciones aunque no haya cocinado nunca antes. Ese camino lleva directamente al fracaso (y a la llamada a Telepizza) y lo que es peor, a la desilusión. A cocinar se aprende friendo huevos y cociendo patatas, y a partir de ahí se desarrolla la intuición que permite entender una receta e interpretarla según nuestro gusto o experiencia. Lo mismo sucede con los manuales de la web 2.0. o el e-marketing. Aprendamos primero los pasos básicos de la comunicación a secas, del marketing a secas, de la gestión y el liderazgo, desarrollemos la intuición y usemos los manuales para enriquecernos, no para convertirnos en talibanes.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Es la innovación, estúpido!

Llevamos tanto tiempo oyendo discursos sobre innovación y la tan cacareada I+D+i que hemos acabado acostumbrándonos al mensaje de "hay que innovar" y todos, tanto empresarios como empleados, hemos desarrollado nuestro abanico de excusas para no hacerlo. Pensamos que la innovación es cara, que debe ser "subvencionada" por el Estado, que sólo está al alcance de unos pocos o que es cosa de investigadores de bata blanca, y nada más lejos de la realidad.
Por supuesto, una de las fuentes, y muy importante, de innovación es la investigación científica y el desarrollo tecnológico. Sin embargo eso nos lleva a pensar que la innovación sólo es posible en sectores de rápido crecimiento y en segmentos del mercado relativamente "nuevos", como internet o las telecomunicaciones. El paradigma de la innovación es Google, aunque tendemos a pensar que ese comportamiento "extraño" y algo alocado de esta empresa se debe a que se mueve en un sector que crece de forma exponencial, con lo que el crecimiento meteórico de sus ingresos les hace posible permitirse lujos que una empresa "normal" no puede ni siquiera soñar.
En realidad, la innovación es una forma de hacer negocios, y es realmente ahí donde están las claves del éxito de Google:
1. La innovación sólo es posible si se convierte en la parte más importante de la cultura de la empresa. Todos los empleados tienen cerebro, son personas inteligentes y por tanto creativas, y es responsabilidad de la empresa y de ellos mismos desarrollar su creatividad dentro de la empresa.
2. Para que haya innovación deben darse unas condiciones que la permitan. Empezando por las condiciones de trabajo, el hacer del trabajo una experiencia divertida para los empleados, el permitirles tomarse los descansos que necesiten, relajarse, el proporcionarles comida de alta calidad gratis para que no tengan que irse a comer a cualquier parte... Todo ello requiere una inversiòn, pero como Google (y otras empresas que han seguido su camino) ha demostrado, es una inversión que se recupera con creces en muy poco tiempo.
3. La innovación es un acto creativo, casi "artístico" y como tal no puede estar "dirigido". Si proporcionamos a una persona los medios, herramientas y la libertad para desarrollar su creatividad en beneficio de la empresa (y le hacemos partícipe de ese beneficio) lo raro es que la innovación NO se produzca.
4. La innovación significa romper las estructuras jerárquicas tradicionales, apostar por la autosuperación y la generación espontánea de equipos de trabajo que desarrollan proyectos innovadores sin cortapisas, organizando sus propios equipos en función de sus afinidades personales y las necesidades del propio proyecto. En este sentido, la innovación surge de la cooperación de igual a igual y no de la imposición jerárquica.
5. El papel de los directivos en una empresa con cultura de innovación es canalizar esos proyectos hacia el mercado, evaluar su potencial de rentabilidad y dar el visto bueno a los que superen esa evaluación. Eso implica un cambio radical en la forma de pensar de los directivos, que pasan de ser líderes por imposición jerárquica a ser coordinadores y organizadores por las propias necesidades de los proyectos.
6. Los departamentos de I+D+i son caros, difíciles de mantener para una pequeña empresa y no aseguran el éxito de sus iniciativas. Resultado: Que investiguen otros y yo ya me subiré al carro si me interesa. Esa filosofía llega a las empresas a llegar tarde o sencillamente a rechazar la innovación como poco viable. Pero ¿es posible innovar sin departamentos de I+D+i? No sólo es posible, sino mucho más eficaz, como Google ha demostrado.
Con todo esto, ¿por qué Google no se ha convertido en el modelo de organización a imitar? Siendo la empresa que más ha crecido en el mundo en los últimos 10 años, ¿por qué no hay una legión de seguidores? Muy sencillo: Google no sigue un modelo de "escuela de negocios". ¿Gimnasios en el trabajo? ¿Libertad de horarios? ¿Dedicar un día a la semana a desarrollar el proyecto que más te guste, sea de lo que sea? ¿Oficinas decoradas con colores vivos en las que uno puede levantarse de la pantalla del ordenador e irse a jugar al billar o al futbolín, o simplemente echarse una siesta? Es decir, ¿que el trabajo no suponga un esfuerzo duro sino una satisfacción y realización personal? Demasiado para mentalidades cuadriculadas, formadas en sistemas rígidos de organización y con esquemas de los años 60 (esto es literal, en las escuelas de marketing se siguen enseñando metodologías de hace 40 años). Mientras tanto, Google engorda y engorda y sus empleados y sus accionistas son los más satisfechos del mundo. ¿Aprenderemos alguna vez?