miércoles, 9 de enero de 2013

Galician Troll Connection

Es curioso lo fácil que se crea uno enemigos limitándose a decir lo que piensa. Y claro, cuando se trata de enemigos tuiteros el primer sambenito que te cuelgan es el de "troll".

El boom de los social media ha hecho que surjan supuestos profesionales de la cosa como setas en un día de otoño, procedentes de los ámbitos profesionales más variopintos: Diseñadores gráficos, informáticos, publicistas, periodistas... Nada que objetar al respecto. Un servidor estudió Biología (al igual, por cierto, que el más famoso gurú de Internet en España, al menos eso lo tenemos en común) y no seré yo quien se meta en el jardín de definir qué titulación o conocimientos tiene que tener un experto en social media.

Para una empresa la titulación sin experiencia no significa nada. Los masters se compran al peso (sí, mal que les duela oírlo a los que pagaron una pasta por uno) y no demuestran nada si no tienes lo que las empresas buscan, que es experiencia.

Obviamente, resulta ridículo y nada creíble que nadie pretenda tener cinco años de experiencia gestionando redes sociales (no obstante, hay empresas despistadas que lo piden) pero del mismo modo resulta ridículo decir que en social media no puede haber especialistas porque todos estamos aprendiendo. Sin negar esto último, que es válido para casi cualquier cosa, sí hay especialistas en social media, y muy buenos. He tenido el privilegio de compartir cursos formativos con algunos de ellos, y realmente impresiona el dominio que tienen sobre el tema, a un nivel al que ya quisiera estar yo.

Mi especialidad es el marketing y las ventas en pymes, algo en lo que llevo trabajando toda mi vida profesional, primero como vendedor, luego como director comercial y desde 2006 como consultor, intentando aplicar los conocimientos adquiridos para ayudar a otras empresas a vender más y, sobre todo, a vender mejor. Añadir el marketing online a todo esto es una evolución natural. El mercado lo demanda, y los profesionales nos movemos con esa demanda.

No pretendo ser ni mejor ni peor que nadie. He tenido grandes éxitos y grandes cagadas, como todo el mundo. Así es como se aprende, cometiendo errores y aguantando el chorreo de un cliente descontento que te señala dónde has fallado. Si mi reacción hubiera sido del tipo "este tío es un gilipollas" no hubiera aprendido nada.

Dicho esto, mis "enemigos digitales", con los que no he tenido el gusto de tener una conversación cara a cara jamás, y a los que desde aquí invito a hacerlo, le han cogido gusto a llamarme "troll" (jamás a la cara, por supuesto) siempre que se sienten aludidos por alguna opinión mía en Twitter, que en el 99% de los casos no va por ellos. Me resultaría bastante risible el tema si no fuera porque buscan mi desprestigio profesional y personal (como si me conocieran de algo para juzgar!) y eso, en tiempos difíciles, es algo que no puedo dejar pasar así por las buenas.

Creo que deberían leerse bien qué es un troll, en primer lugar, y en segundo lugar aprender a encajar las críticas con deportividad, ya que todo arranca de mi asistencia a un par de eventos en Galicia (Compostweets y Unirede) en el que estas personas participaban como ponentes o presentadores y en los que cometieron errores garrafales. Y me consta que no soy el único que lo piensa, ni mucho menos.

Veamos. Si yo voy a un evento, creas un hashtag y me invitas a tuitear mis impresiones, pues voy a hacerlo porque me gusta participar. Y es lo que hago, tuiteo lo que me gusta (esa parte se les olvida) y lo que no me gusta, y procuro ponerle un punto de ironía y humor a mis tuits, como he hecho siempre. Eso no me convierte en un troll. Organizar una campaña de desprestigio de un evento en Twitter, cuentas fake incluidas, sólo porque me han invitado a participar a mí, eso SÍ es trollear. Hay una gran diferencia.

El problema es, como siempre, el falso buenrollismo. Que todo lo que hagan mis amigos tiene que ser guay. Que no se puede decir nada negativo sobre nadie. Que todo han de ser saluditos y coñas. Que si no estás conmigo estás contra mí. Sin retratarse. Sin opinar, no vaya a ser que molestes. Pues ustedes perdonen, pero yo a eso no juego. Me gusta decir lo que pienso, tanto si gusta como si no, sin caer ni en el lenguaje soez ni en el insulto. Pero ojo, criticar no es insultar.

A ver si nos vamos enterando.

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