jueves, 22 de diciembre de 2011

Una buena idea no es suficiente

¿Estudias o emprendes? Ésta es la nueva versión del clásico "¿estudias o trabajas?".

A fuerza de usar la palabra "emprendedor", acabaremos despojándola de todo su significado. En los últimos años se han multiplicado los mensajes de apoyo a la cultura emprendedora, algo que no es intrínsecamente malo, pero creo que se ha transmitido un mensaje excesivamente alegre al respecto.

Parece que lo importante es tener una buena idea, un buen conocimiento técnico y/o un producto innovador. El resto no es importante, ya se hará. Las buenas ideas se venden solas. Desde mi punto de vista, nada más lejos de la realidad. Sin menospreciar (ni mucho menos) el valor de la innovación, para poner en marcha una empresa que funcione hace falta algo más que buenas ideas.

A lo largo de mi vida profesional he visitado miles de empresas, y he tenido largas conversaciones con miles de empresarios.He visto nacer y morir a muchas empresas, y en general las primeras en caer fueron las que crecieron de forma descontrolada, llevadas por un optimismo exagerado que hacía que sus responsables descuidaran aspectos básicos de la gestión. 

Cuestiones como la contabilidad, la gestión y análisis de los costes, definir una estrategia, elaborar planes de contingencia o provisionar fondos por si venían tiempos difíciles han sido sistemáticamente menospreciadas por muchos empresarios, pero especialmente por muchos empresarios novatos. He visto a muchos de ellos pasar mucho tiempo, demasiado, asistiendo a eventos sobre emprendimiento y contagiándose de una ideología que consideraba a la gestión como algo aburrido, como un coste más que una inversión. Lo que importaba era la innovación, si eras innovador todo lo demás pasaba a un segundo plano. He visto a muchas empresas dirigirse alegremente hacia el abismo, ignorar todas las señales de peligro y calificar de "agoreros" a los que intentábamos avisarles de que había llegado el momento de levantar el pie del acelerador y consolidar el negocio. 

 Hace unos anos, en la época de las vacas gordas, el dinamismo de la economía era mucho más fuerte, y aún así 8 de cada 10 nuevos proyectos de negocio fracasaban. No quiero ni imaginarme cómo habrán cambiado las estadísticas en los últimos tres años. 

¿Cuáles son los errores que he visto repetirse más veces? Ahí va una pequeña lista:

  • Abandonar la contabilidad y considerarla un mero trámite. Un buen contable (y no hay tantos) puede ahorrar mucho dinero a una empresa y, sobre todo, activar las alertas cuando las cuentas empiecen a presentar síntomas negativos. Para eso hace falta contabilidad analítica, desgloses adecuados de cuentas, contabilidad de costes y, sobre todo, revisar las cuentas mes a mes, no año a año. A toro pasado es muy difícil corregir el rumbo.
  • Pensar que un buen producto se vende solo. Muchas empresas se han gastado todos sus recursos en el desarrollo de productos y no han dedicado ni un euro a elaborar un plan de marketing. Luego se han encontrado con que tenían un producto que no sabían como vender, y que además no sabían cuáles podían ser sus clientes potenciales. Lo que es más grave, he visto casos como éste en inversiones de millones de euros.
  • Desarollar el producto o servicio que le gusta al empresario, sin un mínimo estudio de mercado para conocer cuáles son las necesidades del cliente. Por que a ti te entusiasme tu idea, eso no significa que los demás vayan a lanzarse a comprarla. 
  • Ignorar o menospreciar a la competencia. Se sigue creyendo que un producto innovador no tiene competencia, lo que es un error como un piano. Tu competencia no es sólo quien hace lo mismo que tú, sino cualquier empresa que pueda quitarte un cliente, por mucho que su producto sea peor o que den un peor servicio. 
  • Creerse Steve Jobs. Algo muy común en  las startups relacionadas con las TIC y los negocios online. Por cada Steve Jobs, o Bill Gates, o Sergei Bryn y Larry Page que triunfan, hay 10.000 que fracasan. Y eso en Estados Unidos, donde el mercado es mucho más grande y más dinámico. No hay nada malo en pensar a lo grande, pero los grandes objetivos se consiguen dando pequeños pasos, y procurando huir del terreno pantanoso.
  • Pensar que el precio no importa. Por poner un ejemplo, para que Apple pueda vender sus productos más caros que el resto, han tenido que pasar muchos años de construcción (y reinvención en un par de ocasiones) de la marca. Una empresa que empieza debe tener muy presente los precios de referencia del mercado.
Probablemente esta lista podría ser mucho más larga, pero en líneas generales estos errores se repiten con demasiada frecuencia. Además, el mercado ya no está para experimentos: La época de las vacas gordas no volverá en mucho tiempo y, ahora más que nunca, una gestión profesional y una estrategia racional son tanto o más importantes que una idea brillante. 


viernes, 16 de diciembre de 2011

Cómo hacer promociones eficaces

Las épocas de crisis aumentan el interés de las empresas por las promociones y las ofertas, aunque eso no significa necesariamente que se estén haciendo bien.

Una oferta es un arma de doble filo: Puede ser una poderosa arma de promoción si se hace bien, y tener el efecto contrario al deseado si se hace mal.
Para empezar, una empresa debe definir los objetivos que quiere alcanzar con su política de ofertas. No se trata solamente de dar salida a productos obsoletos o que no se venden bien. Configurar un buen conjunto de promociones supone pararse a pensar qué vamos a ofrecer a los clientes y qué les vamos a pedir a cambio. Éste y no otro es el sentido de una oferta: Damos algo al cliente a cambio de que el cliente haga algo que habitualmente no hace:


  • Comprar productos que habitualmente no compra.
  • Comprar mayor cantidad de producto de lo habitual.
  • Probar productos nuevos.
  • Ayudarnos a deshacernos de lo obsoleto o poco rentable.
  • Comprar en un plazo determinado de tiempo.
  • Ayudarnos a promocionar nuestros productos o nuestra marca.
  • Adquirir fidelidad hacia nuestra empresa-
Todo esto, lo que esperamos que el cliente haga, debe estar claro y ser evidente. Cualquier otra cosa hará que interprete que estamos intentando darle gato por liebre. 

La primera obligación de cualquier empresa a la hora de desarrollar una política de precios (y sus consiguientes promociones) es conocer muy bien su margen neto. Muchas veces se realizan aproximaciones incompletas fruto de un mal estudio de costes, lo que lleva a perder dinero, muchas veces sin saberlo, o al contrario, a que el margen sea superior al que se pensaba. Pocas son las empresas  que llevan una contabilidad de costes adecuada. Mi recomendación en este caso es dejarse de las "cuentas de la vieja" y ponerse en manos de profesionales en este campo, ya que definir correctamente los costes implica profundos conocimientos de contabilidad. 

La regla de oro de cualquier oferta es evitar por todos los medios que el cliente se acostumbre al nuevo precio. Por tanto, todas las ofertas deben tener fecha de caducidad, y a ser posible no demasiado larga. Depende del ciclo de vida del producto y de otros factores como la frecuencia con la que el ciente nos visita, pero en cada caso debe analizarse muy bien cuánto tiempo va a durar una oferta o promoción. Es difícil fijar una regla general, pero en la mayoría de los casos yo no prolongaría una oferta más allá de un mes. Lo contrario implica un error muy grave que se puede volver en nuestra contra: El cliente se acostumbra a un precio más bajo, lo que hará difícil que luego podamos volver al precio original, ya que lo identificará como una subida de precio.

Hay que dar información al cliente de por qué estamos bajando el precio, y esa información debe ser coherente con nuestra estrategia. Si estamos liquidando un producto obsoleto, digámoslo claro y sin miedo, y si lo que queremos es que el cliente nos conozca, también. Si bajamos un precio sin dar más explicaciones, con el reclamo de "ahora más barato" y sin plazo de caducidad, el cliente puede pensar "¿Y por qué era más caro antes? ¿Me estaban engañando?" y nos saldrá el tiro por la culata.

Muchas veces es conveniente poner en promoción un producto no porque no se venda, sino al contrario. Una oferta de un "producto estrella" atraerá a más clientes a nuestro negocio, y una vez dentro es cuando debemos poner en marcha otras estrategias para convencerle de que se quede con nosotros. Al final, aunque atraigamos a un cliente con un precio bajo, no nos interesa que nuestra clientela se llene de cazadores de ofertas que sólo nos serán fieles mientras mantengamos precios bajos en lo que ellos quieren comprar. Por tanto, una oferta no puede ser un hecho aislado, sino que debe estar integrada en una estrategia de atracción de nuevos clientes con el objetivo de fidelizarlos, lo que implica, sobre todo, que nuestra atención al cliente sea intachable, que el cliente se sienta bien tratado y escuchado.

En muchos casos, las ofertas no tienen por qué ser válidas para todos los clientes, sino que podemos desarrollar métodos para premiar al cliente por su fidelidad y restringir determinadas promociones sólo a ese tipo de clientes.

Lo mismo sucede si queremos que nuestro cliente se convierta en prescriptor. Podemos utilizar estrategias, tanto en internet como offline, para que sea el propio cliente quien difunda nuestro mensaje y premiarle por ello. No olvidemos que hay cientos de estudios que certifican que una recomendación de un amigo o conocido es siempre la mejor publlicidad posible (y en la mayoría de los casos, la más barata).

Nunca tomemos al cliente por tonto. Si nuestras ofertas son fruto de la desesperación por la bajada de ventas, lo notará al instante y probablemente esperará todavía más bajadas de precio, pero se quedará con la idea negativa de que nuestro negocio va mal. Eso no contribuye en absoluto a la fidelización. 

El tema da para escribir largo y tendido, pero mi idea hoy era compartir unas reflexiones básicas que os inciten a pensar con detenimiento la próxima vez que queráis realizar una oferta. 





miércoles, 7 de diciembre de 2011

Mea culpa

Si normalmente me gusta poner ejemplos de cosas, bien o mal hechas, que han hecho otros en internet, hoy voy a hablar de algo que yo he hecho mal.

Esta mañana Twitter ha amanecido con el TT #cuatroganapanes a propósito del artículo de El País que refleja la opinión de algunas personas del mundo de la cultura sobre la no aprobación del reglamento de la "Ley Sinde" en el último consejo de ministros. No estoy a favor de las restricciones extrajudiciales o el cierre de webs ni en éste ni en nigún caso, pero determinadas actitudes del tipo "le hemos ganado al Gobierno" me parecen bastante estériles. En cualquier caso, no es éste el tema que me ocupa hoy.

Los que me conocen saben que Enrique Dans, uno de los líderes (le guste a él o no) del movimiento anti-ley Sinde, nunca ha sido santo de mi devoción, no tanto por sus opiniones como por sus actitudes. El caso es que esta mañana se me ha ocurrido preguntarme en Twitter si el Sr. Dans habría dado instrucciones a su editorial para que no emprendiera acciones contra quienes copiaran o compartieran  su libro, sin informarme previamente del tipo de licencia que el autor había otorgado, en este caso Creative Commons, que permite compartir el contenido libremente. Desconozco qué opciones incluye la  licencia CC  en este caso (hay varios tipos, con diferentes niveles de restricción en lo que se comparte), ya que en la web del libro no se menciona (o al menos no yo no he sido capaz de encontrarlo). No contento con ello, juzgando simplemente por el hecho de haber visto al Sr. Dans promocionando la venta de su libro (que está a la venta en librerías) me he permitido afirmar que tal licencia no afectaría a la edición en papel, lo que es una metedura de pata aún mayor. Afirmaciones ambas que han sido inmediatamente rebatidas por él y apoyadas por otros tuiteros.

Independientemente de que comparta o no las opiniones de Enrique Dans, al César lo que es del César. Reconozco mi error garrafal al no informarme previamente del tipo de licencia de su libro antes de escribir esos  comentarios y, tal y como ya he hecho en Twitter, le pido públicamente disculpas por mis afirmaciones que han sido, cuando menos, injustas. No entro a valorar, porque creo que no corresponde, su reacción a mis comentarios. Baste decir que las disculpas han sido aceptadas por él y que la polémica ha sido dada por zanjada por ambas partes.

Evidentemente, hoy he aprendido una lección importante: No hay que dejarse llevar por las impresiones o prejuicios personales antes de hacer afirmaciones públicas sobre alguien, aunque se trate de un personaje público. Quizá es algo que he estado haciendo demasiado a menudo, y tendré que pensar detenidamente sobre ello. En cualquier caso, rectificar es lo que corresponde.


domingo, 4 de diciembre de 2011

El marketing en las redes sociales

La fiebre de las redes sociales está llevando a muchas empresas a estar presente en ellas sea como sea. Parece que el objetivo es, simplemente, estar allí, de la misma manera que hace 10 años el objetivo era tener una web, aunque luego no se supiera muy bien qué hacer con ella.

Por supuesto, creo que las empresas deben tener presencia en los social media, aunque pocas son las que desarrollan una verdadera estrategia orientada a lo que se supone que cualquier empresa debe perseguir, que no es otra cosa que vender.

Las redes sociales pueden ser una herramienta de marketing muy potente para cualquier empresa, pero éstas deben tener en cuenta que las reglas que rigen en este canal son diferentes y requieren una adaptación en el lenguaje, el estilo de comunicar y el tipo de promociones que se realizan. Por si esto fuera poco, cada una de las redes tiene códigos de funcionamiento diferentes, de tal nanera que lo que es válido en Facebook no lo es en Twitter, por poner un ejemplo.

En cualquier caso, hay una serie de elementos comunes que deben formar parte de una estrategia básica de presencia en social media:

- Hacer publicidad en las redes sociales es posible, tanto a través de anuncios de pago como usando los perfiles de nuestra empresa. Sin embargo, la publicidad explícita debe ser administrada con cuidado. No olvidemos que las redes sociales son ante todo una enorme conversación entre personas. Meter publicidad con calzador en medio de esa conversación puede generar rechazo por parte de muchos usuarios.

- De nada me servirá estar presente si no consigo dos cosas: tener seguidores y que mi mensaje se amplifique. Por tanto, lo primero que necesito es que la gente me siga. Además, necesitamos que nuestros seguidores sean de calidad, lo que significa en primer lugar que nos lean, y después que hagan de altavoces de lo que publicamos. Para eso es imprescindible que les aportemos valor. Esa aportación de valor se consigue a través de 3 vías:

1) Generando contenidos útiles relacionados con la temática de nuestro negocio, los usos que pueden realizarse de nuestro producto o los temas que nuestros seguidores encuentran de su interés.

2) Conversando. Contestando a las preguntas y comentarios, haciendo nosotros preguntas o interviniendo en conversaciones en las que tengamos algo que decir. Eso incluye gestionar las redes sociales como un canal más de atención al cliente.

3) Realizando promociones específicas para nuestros seguidores y sólo para ellos. Eso les hará sentir que además de conversar seguimos siendo una empresa y que premiamos su esfuerzo en seguirnos. Esto puede ir desde un vale de descuento a un regalo, pasando por que puedan ser los primeros en probar nuestras novedades o que tengan un trato especial en el punto de venta, etc...

En muchas redes tener un sólo perfil no es suficiente. Hay que diseñar una estrategia de presencia que combine el perfil corporativo con uno o varios perfiles de servicios o productos específicos y con los perfiles personales de los directivos. La marca personal de quienes dirigen el negocio es tanto o más importante que la corporativa, y si los directivos demuestran que dominan los temas de los que hablan, eso redundará en beneficio del negocio. Por ejemplo, una entidad bancaria debe tener un perfil corporativo dedicado a las noticias de empresa y de economía, pero también uno específico de atención al cliente y otro para inversores. Si se tienen clientes en otros países habrá que tener perfiles en los que se conversa en otros idiomas, y siempre el equipo directivo debe tener su propia voz y gestionar a través de su perfil un tono más centrado en la opinión.

-Conseguir algo de presencia en las redes sociales, a no ser que seamos una marca muy potente, es cuestión de paciencia y perseverancia. Hay que plantearse que nos puede llevar un año empezar a obtener resultados tangibles. No se trata de tener muchos seguidores a toda costa, sino de que esos seguidores generen y ayuden a generar negocio.

- No podemos dejar algo tan importante como representar a nuestra empresa en las redes sociales en manos de cualquiera. Debe ser alguien integrado en la estructura de la empresa, con conocimientos técnicos, si su función es atender al cliente, o con conocimientos de marketing y comunicacion.  No olvidemos que las redes sociales son el reino de la inmediatez, por tanto debemos estar preparados para dar respuestas inmediatas y gestionar posibles crisis.

Por último, no nos olvidemos de crearnos un cuadro de indicadores que nos permitan monitorizar qué estamos haciendo, qué alcance tiene lo que hacemos y qué errores debemos corregir.

Siempre recomiendo a mis clientes que no tengan absolutamente ningún reparo en copiar o adaptar lo que otras empresas hacen bien. Dicho finamente, hacer benchmarking. Cuando alguien desarrolla una estrategia de éxito hay que analizar con lupa lo que hace y ver qué lecciones podemos aprender de ello.

El tema da para mucho y esto no son más que unos cuantos principios generales, por lo que espero vuestros comentarios para desarrollar en futuros posts los aspectos que os interesen más.